Santander, 1981.
Tuve la suerte de tener una hermana mayor que jugaba conmigo a ser mi maestra por lo que, mientras los demás niños se tiraban con bloques a la cabeza, a mí la profesora me sentaba en una silla a leer cuentos. En su momento prefería tirarme bloques con los demás, pero ahora sé todo lo que le tengo que agradecer. Te quiero, Susana
Luego apareció Dungeons & Dragons en mi vida, y el resto de juegos de rol que me llevaron a ese periodo en que uno juega a ser un caballero jedi o un mago junto a una mesa y un montón de dados rodeado de amigos, creando cientos de historias. Ese tiempo aún no ha acabado.
También fui muy influenciado por el cine. Aventuras de los ochenta y principios de los noventa que hablaban de robots, mundos virtuales y futuros imposibles, o no tanto. Yo mezclaba todo ello con «Cuentos de Terramar» o «El señor de los anillos», y cualquier otro libro que pasara por mis manos, generalmente después de que lo leyera mi hermana y me lo recomendara.
Me hice programador porque me gusta la ciencia ficción y, ¿sabéis? Programar no es como lo pintan en los libros. Por eso los libros, a veces, son mejores que la realidad. Así que, ya que de momento no tengo capacidades para alterar la realidad de una forma contundente, escribo.